Violencia feliz

Una forma de violencia que surge de la autoexplotación, en la que el ser humano ejerce su libertad para encerrarse en un individualismo que satisface las demandas del capital y de la globalización.

Violencia feliz

La pieza

Nuestras vidas están impulsadas por una promesa constante de felicidad; la felicidad de los grandes acontecimientos de la vida que nos satisfacen (¿momentáneamente?), lo justo para hacernos luchar por el siguiente «momento feliz» de la lista: terminar los estudios, casarnos, comprar un coche, tener hijos, jubilarnos… Situamos la felicidad en lugares determinados y construimos a su alrededor narrativas sociales emocionantes. Pero según la experta Sarah Ahmed, «si tenemos el deber de promover lo que causa la felicidad, entonces la felicidad en sí misma se convierte en un deber».

Por supuesto, la realidad es compleja y nuestro deber de encontrar la felicidad no siempre se puede cumplir. Ahmed señala que se busca la felicidad donde se espera encontrarla, incluso cuando no está ahí. En palabras suyas: «La demanda de felicidad se articula cada vez más como una demanda de retorno a los ideales sociales, como si lo que explicara la crisis de la felicidad no fuera el fracaso de estos ideales sino nuestro fracaso a la hora de seguirlos».

El contrato de felicidad pone en contraste dos realidades opuestas: la promesa y el hecho. ¿Qué estamos aceptando cuando aceptamos la felicidad?

Ahmed, Sarah. (2010) “The promise of happiness”. Duke University Press.

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Contexto

En su libro Topología de la violencia, el filósofo Byung-Chul Han estudia los factores que afectan el uso de la violencia tanto en el mundo antiguo como en el contemporáneo. Según él, en las sociedades que nos preceden, la violencia operaba desde la negatividad, es decir, incitando a una reacción inmune: la defensa. Hoy, el problema sería un exceso de positividad, que ofusca toda negatividad y desplaza la violencia dentro de uno mismo, a pesar de las apariencias imperantes de prosperidad y libertad.

Si bien la felicidad da forma a lo que cohesiona el mundo, el trabajo de académicos feministas, afroamericanos y homosexuales ha demostrado de diferentes maneras cómo se utiliza la felicidad para justificar la opresión. Las críticas feministas sobre la figura de «el ama de casa feliz», las críticas de los afroamericanos al mito del «esclavo feliz» y las críticas de los homosexuales a la sentimentalización de la heterosexualidad como «felicidad doméstica» son claros ejemplos de ello.

Aun así, colectivamente deseamos la felicidad. Los medios de comunicación están saturados de imágenes sobre el tema. La felicidad se produce y se consume a través de libros, historias y experiencias, y acumula valor como forma de capital. Barbara Gunnell afirma que «la búsqueda de la felicidad ciertamente está enriqueciendo a mucha gente. La industria del bienestar está floreciendo. Las ventas de libros y CDs de autoayuda que prometen una vida más satisfactoria nunca habían sido tan elevadas».

Vivimos para ser felices (sea lo que sea que eso signifique).

Conceptos relacionados

La ciencia de la felicidad (cuya figura clave es Richard Layard, a menudo referido como «el zar de la felicidad» por los medios británicos). Layard sostiene que la felicidad es la única forma de medir el crecimiento y el avance: «la mejor sociedad es aquella que es más feliz». Uno de los supuestos fundamentales de esta ciencia es que la felicidad es buena y, por tanto, nada puede ser mejor que maximizar la felicidad.

Hedonímetros: unidades de medida de la felicidad presuntamente objetivas utilizadas por la ciencia de la felicidad. La existencia de hedonímetros implica que la felicidad existe y que hay una forma de cuantificarla.

Han, Byung-Chul (2016) “Topography of violence” Mit Press. Ahmed, Sarah. (2010) “The promise of happiness”. Duke University Press.

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